La innovación es colectiva siempre

La experta en economía de la innovación Mariana Mazzucatto ha sido la CMM o Chief Muse of Missions de Horizon Europe, un proyecto de la Unión Europea para impulsar la innovación, dotado con un presupuesto de €95.500 millones, que fue propuesto en 2018 y que se acaba de ratificar políticamente el 11 de diciembre de 2020, convirtiéndose en el programa de investigación e innovación en ciencia y tecnología “más ambicioso del mundo”, según ha declarado la comisaria europea de Investigación, Cultura, Educación y Juventud, Maruya Gabriel. 

Mazzucatto publicó un informe en 2018 en el que definía los criterios para las futuras misiones de Horizon, tales como que fueran ambiciosas, experimentales, transdisciplinares y transectoriales, que asumieran riesgos y llenaran de inspiración a los ciudadanos. Sí, si parece que está describiendo el proyecto Apolo de la NASA, no es casualidad, claro. El Apolo es sin duda el espejo en el que han de mirarse instituciones y empresas que aspiren “a hacer real el cambio y el progreso”, dice ella. El plan Horizon consta de cinco áreas de actuación fundamentales: adaptación al cambio climático; lucha contra el cáncer; océanos, mares, ríos y costas limpios; ciudades saludables e inteligentes; calidad del suelo y de la comida.

Mazzucatto trabaja en el Institute for Innovation and Public Purpose (IIPP) de University College London-UCL y se ha propuesto educar a la sociedad y a los políticos sobre la manera de pensar en el valor económico, proponiendo una nueva narración sobre el capitalismo que reescriba cómo se genera el crecimiento y dónde están las fuentes de la innovación. Ha publicado dos libros sobre teoría política y económica moderna, The entrepreneurial state (2013) y The value of everything (2018). En ambos se rebela contra la idea de que el sector privado es eficiente y ágil y el público, anquilosado e ineficiente; minuciosamente demuestra, con datos e investigación, que, en realidad, el asombroso crecimiento y las grandes innovaciones del siglo XX han sido impulsos estatales. También afirma que “la razón por la que los progresistas suelen perder la discusión económica es que se centran demasiado en la redistribución de la riqueza pero no lo suficiente en la generación de riqueza”, de ahí que proponga desarrollar una narrativa progresista que preste atención “a las inversiones inteligentes”, en vez de darle tanta prioridad al gasto.

Dicho esto, el gobierno de los Estados Unidos invirtió $26.000 millones en el proyecto Apolo de la NASA, el cual integró 360 proyectos distintos, no sólo aeronáuticos, también electrónicos, médicos, textiles y nutrición, a partir de los cuales se desarrollaron 1800 productos colaterales. “La historia nos enseña que la innovación es el resultado de un esfuerzo colectivo ingente y no la genialidad de un reducido grupo de hombres blancos de California”, afirma Mazzucatto. Como parte de su investigación sobre la economía de la innovación y las nuevas tecnologías, ha analizado grandes hitos recientes como Google, el iPhone o los cohetes de Space X. Y los resultados de su análisis le llevan a afirmar rotundamente que “el enfoque de Silicon Valley basado en el libre mercado basado en sólo es una ideología” que promueve una falacia. Porque, por ejemplo, todas las tecnologías que componen el iPhone han sido desarrolladas gracias a esfuerzos e inversiones públicos. Siri es una tecnología comisionada por DARPA (Defense Advanced Project Agency) y desarrollada en el Stanford Research Institute (SRI) como asistente virtual para militares. La pantalla táctil surgió de una investigación académica en la Universidad de Delaware, financiada por la National Science Foundation (NSF) y la CIA. La National Science Foundation también financió el desarrollo del primer algoritmo de Google, PageRank. Y como ya sabe todo el mundo, Internet fue inventado en la antigua ARPA, madre de la actual DARPA, perteneciente al Departamento de Defensa. El protocolo HTTP que hace funcionar la world wide web que tanto facilita la navegación por Internet, lo diseñó Tim Berners-Lee en el CERN de Ginebra. El GPS, que facilita la navegación y geolocalización en el mundo real, también fue desarrollado por el departamento de Defensa de los Estados Unidos, así como los discos duros, los microprocesadores, los chips de memoria y las pantallas LCD. Es más, Tesla, la empresa del así llamado visionario Elon Musk, las pasó canutas hasta que el Departamento de Energía le prestó $465 millones. Es peor, las tres empresas de Musk, Tesla, Solar City y Space X, han sido regadas con $4900 millones de apoyo financiero público. El número de startups financiadas con el Programa de Innovación para Pequeños Negocios, un fondo público de capital riesgo, es enorme; muchas son ahora famosas y sus beneficios son privados, en exclusiva.

En Estados Unidos, la industria farmecéutica recibe $32.000 millones de financiación sin condiciones del National Institute of Health y, aún así, los contribuyentes tienen que pagar unos precios desorbitados por sus fármacos. Que los riesgos y pérdidas son asumidas con dinero público pero los beneficios son sólo privados es más la norma que la excepción, pero es un relato que intenta suprimirse por parte de los intereses financieros y las grandes corporaciones, para ocultar que no siguen las mismas reglas del juego que las que han de acatar los ciudadanos. Las grandes empresas suelen hacer proselitismo y propaganda para que la regulación sea siendo laxa y su fiscalidad se mantenga en niveles ridículos. En un estudio que realizó Mazzucatto junto a su colega Bill Lazonick descubrieron que, entre 2003 y 2013, las grandes compañías del índice S&P500 invirtieron la mitad de sus beneficios en recomprar acciones propias, con la intención de subir artificialmente el precio de las mismas. La compañía farmacéutica Pfizer invirtió $139.000 millones en recomprar sus propias acciones. Tras el fallecimiento de Steve Jobs en 2011, Apple empezó a aplicar este tipo de ingeniería financiera hasta el punto de que en los siguientes seis años llegó a invertir $1 billón en recomprar sus propias acciones; y todo este dinero deja de estar dedicado al I+D que tanto le gustaba a Jobs.

Mazzucatto nació en Italia pero su familia se mudó a los Estados Unidos cuando tenía cinco años porque su padre obtuvo una plaza de profesor de física nuclear en Princeton. En 1999, Mazzucatto se doctoró en la New School for Social Research. Fue la crisis financiera de 2008 lo que le llevó a escribir The entrepreneurial state, al ver que los gobiernos se enfrentaban a la crisis con políticas de austeridad, algo que a ella le parece destructivo para la economía y la innovación. Recortar el gasto público para impulsar el crecimiento económico es un mantra que ella deplora: “si seguimos considerando que el estado es sólo un facilitador y administrador y le obligamos a dejar de soñar”, ha escrito, “eso es lo que mereceremos”. Pero ella no pretende que los estados inviertan al tuntún, sino que siempre se han de contemplar tanto los riesgos como los resultados, siempre hay que evaluar con cuidado en qué se invierte y por qué. En todo caso, los estados son todavía los mejor dotados para crear y dar forma a nuevos mercados, abrazar la incertidumbre y asumir grandes riesgos a medio y largo plazo.

Mazucatto también está detrás de la idea de Green New Deal junto a otra economista, Carlota Pérez, quien ha dicho que “para resolver nuestros problemas medioambientales no hay que estancarse en esa idea fija de que tenemos que sacrificar nuestro modo de vida”. Este Contrato Verde tiene más que ver con una transformación progresiva de la sociedad hacia unas relaciones más justas y sostenibles: del mismo modo que toda la economía se ha digitalizado, nos podemos comprometer en hacer verde, es decir, sostenible y basada en energías limpias, toda la economía, transformando la industria y el consumo, para lo que se requiere financiación paciente a largo plazo, justo en lo que brillan los estados.

Es debida a esta nueva visión de la economía estatal que gobiernos de todo el mundo, desde Alemania a Sudáfrica, buscan el asesoramiento de esta economista impetuosa y creativa. En Inglaterra, ha asesorado tanto a Jeremy Corbyn como Theresa May como Nicola Sturgeon. En Estados Unidos ha asesorado a Elisabet Warren sobre financiación pública para la innovación sanitaria, y a Ocasio-Cortez en la resolución del Green New Deal que presentó en el Congreso en febrero de 2019; el senador republicano Marco Rubio, citó el trabajo de Mazzucatto en su propuesta titulada ‘American Investment in the 21st Century’ para impulsar el crecimiento económico. También ha trabajado para la NASA en un estudio sobre economía para la baja órbita terrestre. Mientras realizaba este estudio descubrió que a Novartis, una de las empresas más ricas del mundo, se le permite trabajar gratis en la International Space Station-ISS. “¿A quién se le ocurre?”, Mazzucatto clama al cielo: “cóbrenle, o al menos asegúrense de que la relación es simbiótica, no parasitaria”.